Un tesoro científico invaluable, a punto de desaparecer en Madrid

Un tesoro científico invaluable, a punto de desaparecer en Madrid

Imaginen por un momento un lugar donde la ciencia guarda secretos fascinantes, un espacio dedicado a desentrañar los misterios de la vida y sus sorprendentes giros. Pues, ¡qué creen! En el corazón de Madrid, específicamente en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense, existe una colección que es una verdadera joya para el estudio de cómo se forman los seres vivos y las anomalías que a veces surgen. Pero aquí viene el chismecito: este tesoro científico, acumulado con esfuerzo y dedicación, está a punto de enfrentar un destino incierto, amenazado por la falta de recursos y el olvido. No es cualquier cosa; es un legado de conocimiento que podría desaparecer, y créanme, eso sí que nos debería preocupar.

Durante más de 25 años, dos investigadores de primera, Nieves Martín y Luis Avedillo, se han dedicado con pasión a reunir y conservar lo que hoy son cerca de 500 especímenes de animales con malformaciones congénitas, cuidadosamente plastinados. Cada uno es una pieza clave en un rompecabezas mucho más grande. ¿Y por qué es tan valiosa? Porque las malformaciones en animales y humanos son como primos hermanos; lo que aprendemos de una, nos da pistas cruciales sobre la otra. Esta colección es un recurso invaluable para la teratología, la embriología y la medicina fetal. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos recuerda la gravedad: cada año, alrededor de 240,000 muertes neonatales están relacionadas directamente con este tipo de problemas. A pesar de los avances, aún sabemos muy poco, y esta colección ofrece una ventana única para entenderlos mejor y, con suerte, prevenir el sufrimiento.

Pero, ¡ay, no todo es miel sobre hojuelas en el mundo de la ciencia! La realidad es que, a pesar de su inmenso valor y de ser la colección más grande de su tipo en España, está a un tris de ser archivada, o peor aún, de perderse en un almacén olvidado. El motivo es tan recurrente como triste: falta de fondos. Una subvención de apenas 23,000 euros, vital para adecuar las instalaciones y convertirla en un centro de referencia, fue denegada. ¿Se imaginan? Una inversión mínima para asegurar el futuro de una investigación tan importante. Y no se trata de un caso aislado; esto es un reflejo de un problema más grande que enfrenta el patrimonio científico en España. Mientras museos como el Vroliken en Ámsterdam o el Mütter en Filadelfia son líderes mundiales en teratología y debates éticos, en España, joyas como esta colección o el esperadísimo Museo Cajal luchan por subsistir. Es una lástima, la verdad, que no se le dé la importancia debida a estos pilares del conocimiento.

Entonces, ¿qué estamos perdiendo realmente al permitir que esto suceda? Más allá de los especímenes, perdemos la oportunidad de entender mejor los defectos congénitos, de avanzar en hipótesis embriológicas y de acelerar la identificación de señales de riesgo ambiental o teratogénico, que impactan directamente en la salud pública. Imaginen el potencial de integrar el estudio de malformaciones en animales con la vigilancia humana; ¡sería una herramienta poderosa! Este no es solo un problema para los científicos en Madrid; es una preocupación global. Ojalá que esta historia nos haga reflexionar sobre la importancia de apoyar a nuestros investigadores y de proteger esos rinconcitos de sabiduría que, aunque a veces pasen desapercibidos, son fundamentales para nuestro futuro y para seguir ampliando las fronteras del conocimiento. ¡A echarle un ojo a la ciencia, que vale oro!