Frente a la IA, Irlanda apuesta por la renta básica universal: ¿el futuro del trabajo?
La inteligencia artificial (IA) nos sigue sorprendiendo con avances que parecían sacados de películas de ciencia ficción. Mientras las máquinas aprenden a hacer tareas cada vez más complejas, una pregunta ronda en el aire: ¿qué pasará con nuestros trabajos? La idea de un futuro donde los robots hagan casi todo el trabajo y nosotros tengamos más tiempo libre suena increíble, ¿verdad? Pues esa utopía, que a veces se siente un poco distópica, tiene un pilar que podría hacerlo realidad: la renta básica universal (RBU). Y aunque parezca un sueño lejano, en Irlanda ya le están echando ganas para que esto sea una solución tangible a la inminente pérdida de empleos por la IA.
Allá por 2022, el gobierno irlandés puso en marcha un programa piloto innovador. La iniciativa consistía en entregar una lana, una media de 325 euros semanales (lo que se traduce en unos 1,625 euros al mes), a un grupo selecto de artistas y trabajadores del sector creativo. Lo más padre de todo es que esta paga era sin condiciones, no importaba si ya tenías otros ingresos; era un apoyo para que la gente creativa pudiera seguir innovando sin la presión económica de siempre. Eligieron a mil personas para recibir esta RBU, mientras que a otro grupo de mil no se les dio para poder comparar resultados. Era una apuesta audaz, un verdadero experimento social con la vista puesta en el futuro.
Los resultados de este programa piloto fueron, la verdad, ¡un chorro de buenas noticias! Lejos de volverse pasivos, los beneficiarios de la renta básica dedicaron más horas a su trabajo creativo, se animaron a hacer inversiones más grandes y, lo más importante, su sensación de estabilidad laboral, bienestar emocional y productividad se disparó. Además, y esto es clave, el dinero que recibieron no se “perdió”; ¡al contrario! Por cada euro que el gobierno invirtió en la RBU, la economía del país recibió 1.39 euros. Esto echa por tierra el mito de que la renta básica solo genera dependencia; en este caso, impulsó la economía local de una manera bien interesante.
Con estos resultados tan positivos sobre la mesa, el Ministerio de Cultura irlandés ya está planeando ir más allá. Su intención es ampliar los criterios para incluir a más oficios, no solo los relacionados con las artes (música, teatro, cine, literatura, etc.), y convertir esta medida en algo oficial y permanente a partir de septiembre de 2026. Esta expansión es un reconocimiento de que la IA no solo afectará a los creativos, sino a una gran variedad de sectores. La renta básica universal se perfila como una herramienta esencial para dar alas a aquellos que, en los primeros compases de esta revolución tecnológica, podrían verse en aprietos. Si esta medida sigue funcionando tan bien, es muy probable que otros países y otros sectores la vean como un camino a seguir.
Sin duda, la conversación sobre cómo la IA transformará el mundo del trabajo apenas empieza. Pero lo que Irlanda nos está enseñando es que no tenemos por qué resignarnos a una distopía donde las máquinas nos dejen sin opciones. La renta básica universal podría ser esa red de seguridad, ese impulso que necesitamos para adaptarnos y florecer en la nueva era tecnológica, permitiendo que la creatividad y el bienestar humano sigan siendo prioritarios. ¿Estaremos listos para un cambio así a nivel global? Irlanda ya nos dio una pista de que es posible.
