Tenemos una sombra digital… y ayer nos dimos cuenta!
Ayer salió a la luz una noticia que escandalizó a medio mundo (literalmente) y era que una empresa (Cambridge Analytica) habría utilizado información obtenida a través de Facebook para crear algoritmos que no sólo modelaran los perfiles de usuarios, sino sus preferencias, edad, sexo, religión, tendencias y hasta lo que odian.
¿Cuantos de nosotros vemos hoy en día muy normal que justo después de una búsqueda por algún portal, app o página web nos empiezan a bombardear de información respecto a la búsqueda realizada?, cuantos de nosotros participamos activamente en redes sociales dando like o compartiendo contenidos “chistosos”, “divertidos” o que buscan de una u otra manera una reacción de quién lo ve.
No es fortuito que un acontecimiento se viralice por un giro aparentemente natural, recordemos la máxima de la comunicación visual… una imagen vale más de mil palabras, es cierto, pero una imagen que robe tu atención en los primeros 2 segundos en redes sociales y que te invite a darle clic por curiosidad o a terminar de visualizarlo, no sólo vale mil palabras, vale oro molido.
En términos de comunicación nos hemos convertido en generadores involuntarios de contenido y consumidores expuestos a todo tipo de campañas, que van desde el activismo social, campañas políticas, religiosas, comerciales y hasta de afiliación.
La vida diaria es un constante riesgo en la realidad, pero en la realidad digital también lo es, porque no sólo estamos exponiendo de manera consciente e inconsciente nuestra vida en redes sociales, sino que estamos exponiendo de la misma manera a los perfiles que tenemos cercanos, de esposos, novios, novias, hijos, parientes y conocidos que están dentro de nuestras redes.
El descuido en el uso de las redes sociales no es limitativo a los abuelos, papás y adultos que usamos Facebook, twitter, Instagram, Snapchat o cualquier otra red social, el descuido es colectivo y hasta cierto punto la incredulidad de que “pase algo” sostiene el impulso de pertenecer a grupos o darles like, de participar en aplicativos que vinculan su uso a Facebook, Google o Twitter, esta incredulidad empuja el dedo a dar el consentimiento de otorgar nuestra información digital a una persona o empresa que no conocemos.
No es momento de satanizar las redes sociales, es momento de ser más conscientes de que la vida digital no debe ser una extensión de la vida diaria, es un ente que se rige por sus propias normas y en ese entorno debemos cuidar la información, tal vez sería bueno preguntarse cada vez que le damos clic de consentimiento a alguna app, juego o grupo que no conocemos, ¿le darías tu INE, Pasaporte y número de tarjeta de crédito a un desconocido que te lo pidiera en la calle? La respuesta la tienes tú.
Ángel Y. Aguilar Camacho
Comunicación, Imagen y ciberseguridad