Tecnología y conflicto: ¿cómo se usan las innovaciones en la guerra y la resistencia?
¿Alguna vez te has puesto a pensar que la tecnología, esa que usamos todos los días para hacer la vida más fácil, podría también ser una herramienta de guerra? Esta es la compleja pregunta que plantea Omar Barghouti, cofundador del movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS), al cumplirse 20 años de su nacimiento. En una conversación con WIRED, Barghouti desglosa cómo la innovación digital se ha entrelazado con el conflicto palestino, transformándose en un actor clave que, según él, está siendo utilizado de maneras preocupantes.
Para Barghouti, ingeniero eléctrico y experto en telecomunicaciones, la ‘tecnología no es solo tecnología’, sino que a menudo se convierte en un arma letal, como la inteligencia artificial o la nube. Él insiste en que las llamadas ‘tecnologías de doble uso’ –aquellas con aplicaciones tanto civiles como militares– son fundamentales en el conflicto. Subraya que empresas de talla mundial como Microsoft, Google, Amazon y Palantir, entre otras, estarían ‘probando’ sus armas tecnológicas en Israel contra los palestinos. Esta situación, según Barghouti, no solo implica una inversión en el conflicto, sino que directamente contribuye a un ‘genocidio’, destacando la destrucción de la Franja de Gaza como un caso alarmante de cómo esta tecnología se está utilizando para estos fines. Urge a la comunidad internacional a reconocer y actuar ante esta realidad.
Durante las últimas dos décadas, Barghouti ha observado cómo Israel se ha consolidado como un centro de tecnologías de seguridad, espionaje y armamento, una posición alcanzada gracias a la significativa financiación e investigación de Estados Unidos y Europa. Miles de millones de dólares han sido invertidos con la idea de usar Israel como un campo de pruebas, utilizando a los palestinos como ‘conejillos de indias’. Barghouti critica duramente la hipocresía, especialmente de la Unión Europea y su programa Horizon, que inyecta fondos en proyectos de investigación con universidades israelíes. Sin embargo, en el otro lado de la balanza, la digitalización y las redes sociales también han sido aliadas poderosas para el movimiento BDS. Desde su inicio en 2005, el BDS se ha fortalecido y expandido globalmente, volviéndose más inclusivo y diverso, conectando con activistas climáticos y de género, y cultivando alianzas internacionales para su causa no violenta.
Barghouti está convencido de que hemos llegado a un ‘punto de inflexión’, un momento crítico donde cada pequeña acción puede desatar un cambio monumental. No podemos esperar a que las cosas cambien por sí solas, dice, sino que es fundamental presionar a Israel ‘desde abajo’. Invita a académicos a no participar en proyectos de investigación con universidades israelíes, y resalta la importancia de clubes BDS en universidades palestinas. El boicot cultural también ha alcanzado niveles históricos, con miles de artistas, escritores y personalidades sumándose. Ejemplos como la campaña ‘Zona Libre de Apartheid’ en Finlandia y la huelga nacional en Italia a favor del pueblo palestino son vistas como señales esperanzadoras. Para Barghouti, ante una clase política que considera ‘corrupta y fascista’, la esperanza recae en la sociedad civil y los académicos, quienes deben intensificar la presión para poner fin a la complicidad y dar a los palestinos una ‘esperanza real’.
